Cristianismo: La religión cristiana, se constituyó y consolidó en tiempos del Imperio Romano, surgiendo en una de las provincias más periféricas e inhóspitas de él. El emperador Constantino se convirtió personalmente a la fe cristiana. El Imperio gozó del espíritu tolerante de esta religión, su filosofía de vida, el respeto por el prójimo, sus ideas de hermandad, caridad y toda la carga valórica propia, con el tiempo y de manera paulatina se incorporaron a la forma del “ser romano”. El cristianismo se organiza primero en Iglesias independientes, unidas por el sentimiento de fraternidad, luego, se insertó definitivamente al mundo romano en el siglo IV d.C. y así, finalmente, generó una Iglesia Católica, es decir, universal y romana.
Creencias o supersticiones: En el imperio hubo un auge, una difusión de la superstición en todas las clases sociales. Se consulta a los astrólogos sobre el destino, los magos poseen inmensa clientela y ellos tienen recetas para alejar a los malos espíritus y para dirigirlos contra un enemigo. Después hubo un declive con la llegada del cristianismo y la Iglesia tomó estas prácticas como paganas, herejes. En la actualidad se han retomado estas prácticas.
Culto Imperial: Fue incentivado por el gobierno de oriente donde era natural honrar y adorar a los soberanos. Una muestra de esto es que se hizo grabar en las monedas personajes importantes como las imágenes de los emperadores.
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